De hecho, incluso algunos filósofos griegos tuvieron ideas evolucionistas. Sin embargo, Platón (uno de los más famosos de estos filósofos) creía que las especies eran fijas e invariables y su punto de vista fue muy influyente en el pensamiento occidental durante siglos después de su muerte.
El regreso de las ideas evolucionistas comenzó en el siglo XVIII. A principios del siglo XIX, el naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck publicó un libro que proponía que la evolución sucedía y sugirió un mecanismo mediante el cual ocurría. Específicamente, Lamarck propuso que las modificaciones producidas por el medio ambiente o por el uso y desuso de una estructura durante toda la vida de un individuo, podían ser heredadas a sus descendientes y conducir a un cambio en una especie. (Por ejemplo, Lamarck proponía que las jirafas tienen cuellos largos porque algunas de ellas estiraban sus cuellos durante toda su vida y le heredaban el cuello alargado a sus hijos).
Este mecanismo de cambio evolutivo resultó ser incorrecto y, hoy en día, con frecuencia recordamos a Lamarck como "el que tuvo la respuesta incorrecta". Sin embargo, antes de juzgar, recordemos que Lamarck fue un pionero a pesar de lo equivocado de su idea. Fue uno de los primeros en involucrarse seriamente con la idea de la evolución y en proponer realmente cómo podría llevarse a cabo.
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